Esa delgada línea entre pasión, hobby y obsesión

En el deporte amateur, el límite entre lo sano y lo patológico puede llegar a convertirse en una línea demasiado delgada, que tanto los entrenadores como los familiares y amigos del deportista deben cuidar que este no la cruce. La pasión es la llave de esta contradicción.

Pasión, hobby, obsesión

Vamos a echar un poco de luz sobre la definición académica de estas palabras, yendo de lo simple a lo complejo:

Hobby es una voz inglesa que refiere a una afición o pasatiempo que se practica habitualmente en los ratos de ocio.

No quiero dejar de detenerme en la última parte de esa definición referida a los ratos de ocio. Suelo repetir en mis charlas y artículos que yo entreno a personas adultas, con responsabilidades familiares, laborales y sociales que eligen el deporte como hobby (es decir que lo practican en su tiempo libre), más allá de que muchos de los deportistas máster suelen escaparse del trabajo un par de horitas al mediodía para nadar, por ejemplo, o un par de veces a la semana salen un par de horas antes para pedalear o trotar.

Pero cada uno sabe que luego compensa esas horas laborales de algún modo. El problema empieza cuando uno empieza a descuidar el trabajo en pos del deporte. porque una cosa es “acomodar” las variables para entrenar tranquilo y otra muy distinta es dejar de lado compromisos laborales para irse a pedalear.

Pasión (del verbo en latino patior, que significa sentir o sufrir) es una emoción o un sentimiento muy fuerte hacia una persona, tema, idea u objeto. Es una emoción intensa que engloba el deseo por algo. Se dice que una persona se apasiona por algo cuando establece una fuerte afinidad. Me atrevo a afirmar que el 95% de los que practicamos ciclismo somos unos apasionados por las dos ruedas.

Obsesión (proviene del termino latino obsessio, que significa asedio) es una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta la mente. Este pensamiento, sentimiento o tendencia persiste en la persona más allá de los esfuerzos por librarse de él. La persona se encuentra dominada por esta idea, pensamiento o imagen. Se impone en la persona de modo repetitivo, independientemente de la voluntad, de modo tal que no se puede reprimir o evitar con facilidad. La obsesión tiene un carácter compulsivo y termina por adquirir una condición angustiante para quien la sufre. Cuando las obsesiones y compulsiones se hacen crónicas se transforman en neurosis y comienzan a alterar el normal desarrollo de la vida de esa persona.

Y esto es precisamente a lo que no tenemos que llegar con nuestra práctica deportiva. Porque como siempre digo, para el deportista amateur entrenar es un cable a tierra, un desconectarse de sus otras rutinas y obligaciones, un respiro en nuestros días altamente exigentes en otros planos. Y es precisamente una herramienta para estar y vivir mejor. Si llegamos a obsesionarnos con ello, el deporte pasa a ser una variable perjudicial para nuestra salud. Y no debemos dejar que esto pase.

Amateurismo apasionado

Definidos los tres términos, a mi modo de ver ser apasionado es un privilegio. Suelo conversar de esto a menudo con mis alumnos: ¡Cuán hermoso es que algo te guste siempre!

Recuerdo lo que sentí la primera vez que –a escondidas de mis padres- le saqué la bici de ruta a mi hermano y me fui pedaleando de Saldan a Villa Allende ida y vuelta (unos 7 kilómetros en total). Tenía 16 años, pero jamás pude olvidar esa sensación de libertad y felicidad que me invadió (así como tampoco pude olvidar el reto que me dieron mis padres cuando se enteraron…) ¡Pero juro que al día de hoy (casi 35 años después) siento ese mismo cosquilleo en mi panza cuando me estoy poniendo los zapatos y las calzas para ir a pedalear!

Si eso no es pasión, ¿qué es? Amar lo que uno hace, poner su mejor empeño, dar lo mejor de sí en cada salida…¡eso está bien! ¡Practicar un hobby, una afición de manera apasionada es lo que nos mantiene vivos!

Salir a pedalear es nuestro cable a tierra. ¿Quién no se ha subido a la bici (o salido a trotar) con la cabeza repleta de problemas y al regresar, si bien los problemas siguen estando allí, nuestra sensación de bienestar es tan superadora que vemos todo a otra escala? Y es que el deporte nos cura el alma. Nos gratifica. Nos amiga con el entorno.

Y quiero aprovechar para reivindicar a los deportistas amateurs. Generalmente el término aficionado o amateur se aplica a quien realiza una actividad sin un carácter profesional. El deportista amateur, en contraste con el profesional, practica un deporte porque le gusta y sin perseguir un fin económico (por el contrario, invierte tiempo y dinero para practicarlo). Y no es un término peyorativo, dado que muchos amateurs logran un estado de forma muy cercano al de un profesional.

El otro significado de la palabra amateur deriva de la lengua francesa, que a su vez deriva de la palabra latina que significa amar o el amador de. En este sentido un amateur puede ser tan hábil como un profesional, pese a que su motivación es el amor o la pasión por una cierta actividad y no persigue el fin de ganar dinero por realizarla.

El deportista amateur es básicamente una persona que practica su deporte por vocación, por amor, por pasión.

Cumplimiento y obsesión…Esa delgada línea.

Cuando un deportista llega a la entrevista inicial, una de mis preguntas claves es “cuales son tus objetivos a corto, mediano y largo plazo”. Las respuestas van desde lo mas simple como bajar un par de kilos hasta correr un Ironman o meterse en el podio del Pinto.

¿La pregunta que le sigue es “que estás dispuesto a hacer para lograrlo?” Acá la cosa se pone seria, porque todo lo que mi deportista me dice queda asentado en su ficha personal y cuando veo que se van a la banquina, les recuerdo lo que dijeron el primer día.

Cuento esto de modo anecdótico. EL 80% de los deportistas logran lo que se proponen cuando el objetivo es acorde a su edad, realidad, historia y contexto.

Lo que sucede generalmente es que a media que pasan las semanas, los meses y los años, van aprendiendo a ser más prolijos, metódicos y sistemáticos no solo con sus entrenos sino también con sus descansos y con la alimentación.

Ahora bien, cuando comienzan a mostrar algunos destellos de “obsesión” en sus actos, es ahí donde los entrenadores debemos intervenir. Aunque mas no sea, marcándole que ningún extremo es bueno.

Me ha pasado en estos últimos años que varios deportistas cambian de entrenador porque eligen comenzar a entrenar por potencia y la mayoría de las sesiones en rodillo.(Y quiero aclarar que no estoy cuestionando el método-al menos no en este articulo).Pero lo que pasa con estos deportistas es que se obsesionan por los datos y las sesiones y los números ….Y empiezan a desconectarse en primer lugar de su grupo de amigos y en segundo lugar y lo que es más grave aún a mi modo de ver, se desconectan totalmente de sus percepciones subjetivas de rendimiento. Y se vuelven 100% dependientes de la computadora.

Como siempre digo, no está mal querer saber los datos…lo que no está bien es volverse adictos a ellos.

Otro modo de obsesión se da en aquellos deportistas que bajaron de peso y comenzaron a sentirse tan bien que sienten pánico de volver a aumentar esos kilos que bajaron. Estos deportistas son los que llegan al asado con un tapper con arroz integral y una botella de agua mineral sin gas.

A estas personas hay que explicarles que no pasa nada si UNA NOCHE nos salimos de la dieta y compartimos un buen asado y unas cervecitas con los amigos.

Otro ejemplo de obsesión, son aquellos deportistas que no faltan nunca a un entrenamiento o que salen a entrenar aun con todas las variables en contra.

Siempre les aclaro a mis alumnos que una cosa es “hacer un esfuerzo” en un día complicado por salir a entrenar igual y otra muy distinta es, por ejemplo, si se me hizo tarde salir a entrenar de noche por una ruta peligrosa o salir bajo una lluvia torrencial o salir a entrenar con unas líneas de fiebre porque “nunca falte a una sesión” ….

Estos son ejemplos de obsesión que pueden pasar a ser tan solo una anécdota más…y si se dan de modo esporádico, no suelen revestir mayor gravedad.

Pero para nosotros los entrenadores tienen que ser una “señal” de alerta de que en ese deportista se esta metiendo el virus de la obsesión tenemos que estar MUY ATENTOS para que esto no se haga patológico.

Porque una cosa es poner TODO para autosuperarse y mejorar…y otra muy distinta es desconectarse de la realidad.

Obsesión y Doping

En mis 25 años de profesión he tenido alguno que otro exponente de aquella obsesión compulsiva por el deporte de la que hablamos antes. Al extremo tal de tener que decirle a un deportista que no lo podía seguir entrenando si persistía en esa postura.

Estoy plenamente de acuerdo en que para practicar un deporte en edades adultas hay que organizarse. De lo contrario es inviable poder sostener de modo ordenado las obligaciones laborales familiares y sociales. El problema se presenta cuando las prioridades comienzan a invertirse y el deporte toma el control de la vida de este deportista.

Respecto de ese deportista al que tuve que dejar de entrenar, recuerdo que vino con el planteo de que quería “empezar a tomar algo” (léase “sustancia prohibidas”) para andar mejor. Ese fue para mí el punto final. Y si bien es un tema delicado, que amerita un tratamiento más detenido (tal vez en un próximo articulo lo haga), ese es un límite que no estoy dispuesta a traspasar.

Tengo bien en claro que ninguna carrera, podio ni medalla está por delante de la salud de un deportista. NADA está por delante de la salud de un deportista.

Lamentablemente ese ciclista al que hago referencia tomó el camino equivocado. Al punto tal que se separó de su mujer, dejó de ver a sus hijos, puso en riesgo su salud… y todo por nada, ya que su máximo logro fue ganar alguna que otra etapa de la Vuelta de San Juan. Fue el caso más extremo que me tocó vivir.

En mi postura profesional y personal el dopaje no tiene cabida. Como tampoco lo tiene ninguna suplementación -incluso permitida- que no esté prescripta por un nutricionista deportivo y con acabados fundamentos y una analítica sanguínea en mano.

Lo sano y lo patológico

Está claro que todo aquel que comienza una actividad deportiva quiere hacerlo de la mejor manera posible. Y la mejor manera posible es introducir el deporte dentro del top ten de las prioridades de vida…, pero jamás ponerlo en primer lugar, de modo tal que se torne una obsesión enfermiza que nos lleve a alterar el normal desarrollo de nuestras demás actividades.

No quisiera terminar sin destacar que, en mi opinión, un deportista amateur sano es aquel que dando todo de sí en los entrenamientos y competencias es capaz de reconocer sus propias limitaciones y aceptar con una sonrisa en los labios un “hasta acá llego” o un “di lo mejor” o “esta es mi mejor versión en mi realidad de vida”.

Está bien hacerse el hábito de no trasnochar, lo que no está tan bien es irse del casamiento del hermano a las once de la noche porque “mañana tengo que salir a rodar”.

Está bien no tomar gaseosa entre semana (o incluso nunca), lo que no está tan bien es que no se compre una sola gaseosa en la casa ni siquiera como excepción.

Está bien hacer coincidir las vacaciones familiares con el Ironman de Cozummel o el de Florida, lo que no está tan bien es que no existan vacaciones en lugares del mundo en los que no haya carreras.

El límite es muy delgado. Y cuando un deportista no puede percibirlo, es su familia y somos nosotros los entrenadores quienes tenemos que marcar la diferencia entre lo sano y lo patológico.

Tengo un alumno que dice que la cantidad de bicis que necesitamos para entrenar y competir es (N+1) en donde N es la cantidad de bicis que poseemos actualmente. Está bien decir esto a modo de broma, lo que no está tan bien es endeudarse más allá de nuestra economía para tener la última bici del mercado y hacer que les falten cosas a nuestros hijos.

A modo de anécdota de color referida a este tema, les comparto un caso real que ocurrió con un alumno del interior que coordinó con su bicicletero la compra de una nueva mountain bike. Organizaron una rifa y entre los amigotes del pueblo y amigas de su esposa vendieron los números a modo simbólico a dos pesos cada uno… una baratija. Y cuando finalmente le llegó la bici, le pidió al bicicletero que llamase a su esposa para comunicarle que él era el ganador de la bici… Esto es pasión (y picardía criolla, para que la esposa no lo rete).

¡Este es el espíritu que debe reinar entre los adultos que salimos a pedalear, correr o nadar por el simple hecho de que amamos hacerlo!

Después de todo y más allá de todo, quienes practicamos deporte a edades adultas tan solo buscamos sentirnos bien, sentirnos vigentes y ser cada día un poquito mejores. De eso se trata lisa y llanamente, de tallar semana a semana la mejor versión de nosotros mismos tengamos la edad que tengamos.

Prof. ELISA LAPENTA

Súmate a los próximo curso que dictará la profesora Elisa Lapenta hace click aquí

Related Articles

Responses

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *